LA ALTA SENSIBILIDAD ¿ DEBILIDAD O DON?


 Aprende a conocerte para disfrutar tu don
Por desgracia muchas personas consideran que ser muy sensibles es sinónimo de debilidad y esto es un grave error. Ser una persona altamente sensible no es ni mejor ni peor, simplemente significa percibir, sentir y vivenciar el mundo y las relaciones personales de una manera muy intensa y profunda.
         La psicóloga estadounidense  Elaine Aron a finales de los años 90 definió alta sensibilidad como un rasgo neurobiológico natural, por el cual algunas personas, entre un 15 y un 20 % de la población, poseen un sistema nervioso cuyos receptores se encuentran más activos que los de la media de la población.
Intensa estimulación a través de los sentidos
El resultado de este hecho hace que las  personas altamente sensibles procesan muchos estímulos tanto externos como internos, sus sentidos están muy abiertos, perciben con mucha intensidad los ruidos, olores, colores, así como también sus propias sensaciones corporales, por ejemplo son muy sensibles al dolor.
El don de esta capacidad es que les permite disfrutar a un nivel muy profundo y muy sutil por ejemplo de una obra de arte, de la naturaleza o de una puesta de sol. Algunas personas incluso llegan a percibir estímulos muy sutiles e intuitivos.Los creativos, artistas en innovadores suelen ser personas altamente sensibles
A través de los sentidos no solo perciben con  más intensidad el mundo, sino que también perciben el conjunto y la relación que existe entre todos los estímulos,  por eso conectan con facilidad  lo sutil, lo artístico y lo profundo, tanto si lo reciben como si son ellos mismos quienes lo crean.
La debilidad es el estrés producido por la sobre estimulación,  sobre todo si viven en una gran ciudad, los centros comerciales, el metro, las aglomeraciones, el ruido, la contaminación…..les satura y les afecta mucho. A  los demás les pueden resultarles un poco quejicas o exagerados.
Cada persona es única y este rasgo de hipersensibilidad se entrelaza con otros rasgos de personalidad, así como con la educación y las experiencias vitales, cuando la sensibilidad no es entendida y respetada por el entorno puede crear  problemas a niños y adultos y derivar en diferentes síntomas  tales como hiperactividad, déficit de atención, autismo, fobias, obsesiones, aislamiento o depresión.
La clave conocerse y respetar las diferencias entre unos y otros. Si tu o alguno de tus hijos sois  personas altamente sensibles,  dosifica el tiempo que permanecéis en lugares con muchos estímulos, cuando te sientas agotado o nervioso, simplemente retírate y busca un ambiente más tranquilo. Necesita tiempo para procesar tanta información y por eso con frecuencia necesitan la soledad para elaborar todo lo vivido. Pasa el mayor tiempo posible en la naturaleza, disfrutando del arte, haciendo manualidades y atreviéndote a ser creativo, innovador 
Intensa emocionalidad y empatía
Las personas muy sensibles se caracterizan por ser muy intensas emocionalmente, se conmueven con la belleza,  la ternura,  la felicidad,  la alegría y con todo lo maravilloso que hay en la vida, pero también sufren muy intensamente con los dramas y los acontecimientos negativos propios o ajenos. Podemos decir que viven con el corazón abierto, con mucho amor y a veces el amor duele.
EL Don de las personas altamente sensibles es sentirse conectadas con todo cuanto existe, la naturaleza, los animales, el universo y por supuesto con las personas. Sienten que forman parte de un todo y suelen tener valores morales o espirituales de hermandad, solidaridad, justicia o ecología. Para ellos es importante realizar trabajos que ayuden a crear un mundo mejor, muchas personas que trabajan en ONGs son personas altamente sensibles
El riesgo para ellos es sentirse abrumados o impotentes para cambiar el mundo. Sus ideales son tan grandes y tan bellos que no se pueden materializar y han de enfrentarse con multitud de dificultades. Tal vez quieren ayudar a los pobres, pero no soportan el olor de sus chabolas o el sufrimiento de las personas y se paralizan.
La clave está en aceptar las propias limitaciones y asumir que no podemos cambiar el mundo entero, no podemos eliminar toda la pobreza, la contaminación ni las guerras, pero siempre hay algo bueno que podemos hacer y por muy pequeño que sea es importante. Los ideales sirven para ayudarnos a elegir la dirección de nuestras acciones, pero hemos de aceptar con mucha humildad que no podemos lograrlos y al mismo tiempo tener la valentía de hacer las pequeñas cosas de las que si somos capaces.

La empatía es un don que nos permite sintonizar con la frecuencia emocional de otra persona, lo que nos permite reproducir interiormente sus sentimientos hasta llegar a comprenderlos. La empatía es fundamental para establecer relaciones íntimas y constituye el principio de conexión entre los seres humanos. A través de ella podemos sentirnos partícipes de la experiencia de otros y elaborar experiencias comunes.
Con frecuencia se confunde empatía y simpatía, pero no son lo mismo, dos personas en simpatía están de acuerdo sin proponérselo ni esforzarse y experimentan un positivo afecto el uno por el otro. La antipatía es precisamente lo contrario, y constituye la base del desacuerdo y rechazo automático y espontáneo del otro. La empatía ha de ser neutral, independientemente de la simpatía o antipatía por la otra persona, hemos de ser capaces conectar con su sentimientos y comprender por qué esa persona se siente de esa manera teniendo en cuenta sus características personales y culturales.
EL riesgo del exceso de empatía es el contagio emocional. Las personas altamente sensibles corren el riesgo de empatizar demasiado, de fundirse con la otra persona y contagiarse de su estado de ánimo, haciendo suyos sus preocupaciones o problemas y como coloquialmente se dice llevándose a casa los problemas de todo el mundo.
La clave es aprender a conocerse muy bien para no confundirse, perderse o diluirse con la otra persona, la empatía es una comunicación emocional profunda, para poder escuchar bien los sentimientos ajenos lo primero tenemos que aprender a reconocer y canalizar adecuadamente cada una de nuestras propias emociones, para poderlas  silenciar cuando escuchamos emocionalmente al otro, lo mismo que hemos de silenciar nuestros juicios y opiniones, no se trata de reprimir sino de bajar el volumen de nosotros mismos para escuchar a los demás, sabiendo que sus emociones son suyas y no nuestras, lo mismo que sus ideas, opiniones, creencias o problemas. Desde la empatía escuchamos y acogemos con amor todo lo que la otra persona es,  conscientes en todo momento que somos dos personas diferentes y que sus sentimientos alegres o tristes son suyos, así como sus circunstancias y después de habernos comunicado nos despedimos con amor cada uno con sus emociones y su vida.



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